Cada vez son más las voces ocupadas y preocupadas por la evolución de nuestra atención y concentración. Parece que el número de distractores se ha incrementado de manera importante, de manera que cada vez somos más impacientes y nos cuesta más fijar la atención y concentrarnos… ¡A todas las edades! ¿Y qué pasa con los niños y las niñas? ¿Qué pasa concretamente en la etapa infantil, periodo especialmente sensible para el desarrollo? 

Este es el tema que este año la editorial Edelvives ha puesto a debate a través del proyecto Take Your 3: “La atención y la concentración en la etapa infantil”. Para ello ha invitado a un número importante de profesionales de distintos ámbitos y distintos lugares del territorio español para compartir conocimiento, reflexiones y experiencias, identificar los retos y enriquecer el debate.

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El juego en el corazón y la cabeza de la educación infantil

Por supuesto, de las múltiples miradas invitadas no podía faltar la del juego, porque… ¿no es el juego el principal lenguaje de la infancia? Así, Imma Marin, presidenta y fundadora de Marinva, fue una de las profesionales que participó en el encuentro. En el siguiente video podéis ver su intervención.

Fue interesante ver cómo desde diferentes disciplinas y aproximaciones se abordó la temática de la atención y la concentración en el marco de la enseñanza y el aprendizaje. A continuación hacemos un breve repaso. 

Uno de los invitados, Joan Paul Pozuelos, cofundador y CEO de Neuromindset, Spin-Off de la Universidad de Granada para la investigación en neurociencia cognitiva, presentó la atención como el corazón de la inteligencia, es decir, la puerta de entrada a nuestra mente, ya que solo entra en ella aquello en lo que ponemos atención. Aquí podéis ver su intervención. 

Y, paradójicamente, es en el juego libre y espontáneo en donde los niños y niñas más fácilmente fijan su atención. Porque es su lenguaje y porque parte de su interés, de su motivación intrínseca. Es jugando de manera libre que aprenden y aprehenden el mundo que les rodea. 

El juego es, sin duda, el gran aliado de la atención y la concentración en la etapa infantil –aunque también en la vida adulta. Solo hace falta ver la cara de seriedad de cualquier niño o niña intentando encajar una pieza geométrica en su lugar, levantando la torre más alta, haciendo coletas a su muñeca o haciendo albondiguillas con la arena en el patio de la escuela. Así, en el juego se favorecen, de manera natural, funciones ejecutivas como la atención y la concentración, por supuesto, pero también la flexibilidad cognitiva, la toma de decisiones, la memoria de trabajo, el control inhibitorio…

Por ello, desde Marinva apostamos por poner el juego en el corazón del proceso de enseñar y aprender –como están haciendo cada vez más escuelas de nuestro entorno, como la Escuela Pompeu Fabra (Salt, Girona) o las Escuelas Minguella (Badalona, Barcelona). No solo de hacer juegos con los niños y “utilizarlos” como recurso o herramienta educativa. Se trata de concebir el juego como metodología y estrategia de aprendizaje, favoreciendo el desarrollo de la capacidad de jugar entre la infancia y entrenando la actitud lúdica entre el profesorado. Porque jugar es una capacidad como lo es escuchar, razonar, observar… y, como todas las capacidades, para que se desarrolle debe entrenarse. 

Quede claro que cuando hablamos de poner el juego en el corazón del aprendizaje, no nos referimos a hacerlo más agradable y divertido –que no está de más, pero no es el objetivo–, sino de aprovechar la capacidad de asombro y la curiosidad natural de la infancia, y que satisfacen jugando. Juego que favorece su pasión por saber, posibilita el error como parte del descubrimiento y la exploración y les permite sostener el esfuerzo. Y eso nos lleva a la necesidad de que las personas adultas estemos atentas a su atención, tal como propuso Anna Forés en su intervención. Es decir a aquello que les llama la atención y en lo que, por tanto, se concentran. Cuántas veces docentes de infantil nos han preguntado cómo pueden motivar a su alumnado… claro que para que atiendan en aquello que nosotras, como personas adultas, creemos que deben atender. Pero, ¿y si lo hacemos al revés? ¿Y si somos nosotras las que atendemos a sus intereses, les proporcionamos entornos en los que puedan satisfacerlos, y de ahí estiramos los hilos que favorezcan sus meta-aprendizajes? Nosotras entendemos esto como aprender jugando –que no es lo mismo que jugar para aprender.

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–Ilustración realizada por Isabel de Olano.

Cómo debe ser el juego en la educación infantil

Veamos, pues, cómo ha de ser ese juego poderoso que, en palabras de Bruner, permite contribuir a que crezcan seres humanos más completos. Porque ese juego no es cualquier juego. En primer lugar, propondríamos apagar las pantallas –objetivo del juego PantOff, otro proyecto en el que trabajamos– y abrir muchos más espacios y tiempos en las aulas de infantil al juego libre y espontáneo, tal como define la Observación 17 sobre los Derechos de la Infancia. En esta línea, queda claro que:

  • El juego es voluntario y no podemos olvidar que estamos hablando del entorno escolar, lo cual supone un reto. El juego por obligación ya no es juego. 
  • Debe ser rico y, por tanto, debe ofrecer diversas propuestas y recursos lúdicos que permitan elaborar un juego prolongado en donde el movimiento, la autonomía y la tensión del reto sean una constante.
  • Un juego sin prisas, sin presión por el resultado como explica apasionadamente Raúl Bermejo en su intervención, así como muchos otros de los profesionales participantes. 

Bermejo nos recuerda también que el proceso de concentración de un niño o una niña de 3 años está entre los 6 o 7 minutos y llega sobre los 11 minutos alrededor de los 5 años. Entonces, ¿por qué les tenemos tanto tiempo sentados en un aula pidiendo que atiendan, que nos escuchen, que hagan… si ya sabemos que su cerebro está preparado tan solo para esos breves minutos? Y, sin embargo, les vemos jugando en el patio, concentrados en su juego, el doble o más de tiempo. ¡Qué diferente es la capacidad de atención y concentración cuando vienen motivada de manera intrínseca a cuando es un agente externo, en este caso nosotras, las personas adultas, las que les pedimos atención! ¿Prestamos suficiente atención a sus curiosidades, a eso que les llama la atención? No olvidemos que la curiosidad es un gran motor del aprendizaje. “¿Hablamos, quizás, demasiado y escuchamos poco?” como se pregunta Montserrat Díez, directora pedagógica de Infantil y Primaria del colegio Buen Pastor de Zaragoza, en su intervención

En la línea de lo dicho anteriormente no se trata de tener muchos juegos en el aula, ni de hacer muchos juegos, sino de que la actitud lúdica, propia de la mente que juega, esté presente en el espacio, en las relaciones y en las actividades que propiciemos. Que haya los juegos justos, variados y suficientes y que sean puntos de partida de su exploración, imaginación y fantasía. Que les propongan retos y que sean muy versátiles. ¡Todo ello sin generar estrés! Escogidos con amor y sentido común, que promuevan la creatividad, el reto, los vínculos y la salud a través del movimiento.

En el debate apareció otro ingrediente importantísimo que es el ejemplo del adulto y si hablamos de la escuela, la reflexión en torno al rol de los educadores y la propia cultura de la escuela. Sabemos que la cultura infantil es el juego. Los niños y niñas lo hacen todo jugando, así que si no conocemos y dominamos su lenguaje y sobre todo, no disfrutamos con ellos, va a ser muy difícil entendernos. 

En todo el debate la palabra “juego” y el verbo “entrenar” aparecieron en muchas intervenciones. Desde Marinva nos gusta juntar uno y otro porque entrenar nuestra actitud lúdica como docentes y como organización escolar es imprescindible y significa entrenarnos para actuar con libertad, vivir en el presente, mantenernos apasionados por nuestra vocación, acoger el error como parte del proceso, arriesgándonos, abrazando la incertidumbre, cultivando nuestra curiosidad y capacidad de asombro, disfrutando de la belleza… ¿Nos comprometemos a poner atención a este entrenamiento? 

No os perdáis las intervenciones; duran 3’ y valen mucho la pena. No os costará nada poner atención y concentraros.