¡Ni hablar! El juego es un poco como un sarampión: cuando antes nos pase mejor . En la infancia y gracias. No queremos adultos motivados, con espacios seguros para compartir, que se puedan decir las cosas con asertividad. Tampoco queremos adultos creativos, innovadores, capaces de hacer conexiones neuronales extraordinarias. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Jugar en el trabajo? ¿Y conseguir mantener el esfuerzo con alegría durante más tiempo? No nos interesa que las personas piensen, aprendan , se sientan llenas en sus circunstancias y, a la vez, capaces de tratar los objetos y las ideas de forma no convencional para ir más allá.

¿Jugar en el trabajo? ¿Jugar la vida? Anda, no vaya a ser que seamos felices…