Ya hemos empezado en septiembre. Y tengo que reconocer que me alegro especialmente este año: con los niños en las aulas, avanzaré en un «plis» a los entrenadores de Pokémon que tengo a mi alrededor. Bueno, debo confesar que a una parte de mí ya le gustaría que esto no ocurriera: me encantaría que la escuela, atenta a este fenómeno, (y a todo lo que interesa a los niños y adolescentes) la aprovechara para el aprendizaje de contenidos educativos, el trabajo en competencias y la puesta en marcha de valores y actitudes. Pero me temo que, desgraciadamente, todavía no estamos aquí. Y se me ocurre que tal vez habría que equilibrar, en el discurso y praxis sobre la gamificación en la escuela, el profesorado y el alumnado. La mayoría de las veces debatimos sobre el alumnado (aunque sin el alumnado): su motivación, sus actitudes, sus comportamientos, lo que debe saber … pero … ¿y el profesorado? ¿Cómo la estamos capacitando para hacer posible esta transformación? ¿Cómo incentivamos su curiosidad (por delante de los pre-juicios) como el de empoderar? ¿Cómo le ayudamos a reconectar con su actitud lúdica? Estoy pensando en convocar un paseo-Pokémon Go con profes (mientras os sugiero la lectura de este artículo de La Vanguardia). Entre PokeParada y PokeParada podemos debatir pero, sobre todo, comprobar en primera persona, la de aspectos que podemos aprender, todo lo que ponemos en marcha, cuál es el impacto percibido … Y de paso, llego al nivel 21.